Traduce esta página

lunes, 2 de marzo de 2015

Cómo alimentar las neuronas de nuestros hijos

Neurona
Si existiera la posibilidad de aumentar el rendimiento mental y escolar de nuestros hijos en un 10%, ¿seríamos capaces de poner en práctica los medios para conseguirlo? ¿o renunciaríamos siquiera a tomarlo en consideración, pensando que cada uno hemos nacido con una capacidad mental inalterable?

Hace unos años tuve la oportunidad de viajar a Perú. Este país, como muchos otros, tiene la desgracia de ser un lugar de extrema pobreza. Por esta razón muchas madres mantienen una lucha diaria por alimentar a sus hijos lo suficiente como para que no mueran de desnutrición. En nuestro país esto no constituye una preocupación, ya que, según diversos estudios, un niño español consume como media un 40% más de las calorías que necesita. La pregunta que surge es: ¿Para qué llenamos los padres los estómagos de nuestros hijos? Indudablemente, para que nuestros hijos puedan crecer. Pero pocos padres se han dado cuenta de que del mismo modo en que el alimento que consume un niño puede influir directamente en su  desarrollo físico para bien o para mal, puede igualmente influir en su desarrollo intelectual.

Hoy se cree que hay tantas uniones neuronales en el cerebro de un ser humano como estrellas en la galaxia. Del desarrollo del cerebro y de las conexiones que haya entre las neuronas depende, en buena medida, la capacidad mental de una persona.

Aunque pueda sorprender, el funcionamiento de nuestro cerebro y sistema nervioso depende, en parte, de nuestra alimentación. Según el Dr. André Passbecq, si la alimentación de un niño es incorrecta, las neuronas suelen nacer y crecer mal, y las conexiones entre ellas pueden reducirse un 40% por debajo de lo normal.

Antes incluso de que el niño nazca, los padres podemos influir en la capacidad intelectual de nuestro hijo. Estudios del gobierno de EE.UU. han demostrado que los niños de 7 años engendrados por madres fumadoras tienen menos inteligencia que los de la misma edad engendrados por madres que no fuman durante la gestación.  Los padres fumadores pueden contribuir a que sus hijos fumen en el futuro, y también se sabe que, por lo general,  los estudiantes fumadores tienen peores notas y peor coeficiente intelectual (CI) que los no fumadores, ya que el tabaco perjudica la memoria y la concentración. Una de las razones que explican este fenómeno fue descubierta por los investigadores Kubala y Katz, que comprobaron que cuanto menor es la concentración de vitamina C en el plasma sanguíneo, menor es el coeficiente intelectual de la persona.  Hoy es sabido que el tabaco, entre otros perjuicios, provoca una pérdida de vitamina C de nuestro organismo.

Hay diversos estudios que demuestran la relación directa entre lo que ingieren los niños y su rendimiento escolar. En los EE.UU. se hizo un estudio con un grupo de niños con discapacidades mentales. Se seleccionó una parte de los alumnos de la clase y se les facilitó una dieta completa teniendo en cuenta los nutrientes más necesarios para su cerebro y sistema nervioso. Al cabo de un tiempo, se evaluó el coeficiente intelectual (CI) de los alumnos bien alimentados, y se observó un incremento de su CI del 10%.  Otro estudio similar fue llevado a cabo en niños sin deficiencias mentales, y se observó que el incremento de su CI fue del 18%. En Texas, EE.UU., se hizo otro estudio más, esta vez con niños sin deficiencias mentales pero con problemas de aprendizaje. Después de un tiempo de haber seguido la dieta completa, se evaluó el rendimiento escolar y se comparó el resultado con el rendimiento que esos niños tenían antes de hacer la prueba. El resultado fue un aumento del rendimiento escolar del 44% en los niños que habían sido bien alimentados, con respecto a los que seguían con su dieta normal.  En todas las pruebas, la dieta consistía básicamente en alimentos integrales, frutos secos, fruta y verdura cruda.

Alimentos que nos perjudican

Uno de los alimentos que puedan afectar notoriamente de forma negativa es el azúcar refinado. Según algunos estudios, en Europa, cada niño consume unos 50 kilos de azúcar al año. El azúcar es un carbohidrato vacío que roba nutrientes al organismo, especialmente la vitamina B. Esta vitamina es indispensable para el correcto funcionamiento del sistema nervioso y  cuando escasea en nuestro organismo empiezan a aparecer problemas a nivel físico y mental.  Muchas de las golosinas que consumen nuestros hijos, además del azúcar, contienen pequeñas trazas de aluminio que puede producir trastornos en la conducta, hiperactividad, pérdida de memoria, y, a la larga, Alzheimer, y Parkinson. En los dos últimos casos, las autopsias realizadas en personas que padecían estas enfermedades detectaron cuatro veces más aluminio en sus cerebros que en los de personas sanas.

Muchos buscan alternativas al azúcar en edulcorantes artificiales pensando mejorar la primea opción, pero desconocen que la alternativa puede ser tan mala o peor que la primera. En 1985, Monsanto compró Searle, fabricante del aspartamo. Monsanto fabrica edulcorantes adictivos y neurotóxicos como el aspartamo. El aspartamo es vendido bajo los nombres comerciales de Nutrasweet y Equal y se oculta bajo la denominación de E 951 o, en el caso de algunas multinacionales (como Coca Cola), bajo la equívoca denominación de "contiene una fuente de fenilalanina", que efectivamente forma el 50% del aspartamo. La presencia de concentraciones elevadas de fenilananina en sangre está asociada al retraso mental severo en una enfermedad congénita llamada fenilcetonuria. Desgraciadamente, este edulcorante se encuentra en miles de productos (especialmente los Light, considerados ingenuamente como más sanos por los consumidores desinformados) y, lo que es más grave, en muchos productos para niños. El aspartamo tiene una capacidad adictiva superior a la del alcohol, como ha demostrado el Dr. H.J. Roberts[1], lo que lejos de ser un problema es una ventaja evidente para Monsanto. Hacer adictos a los ciudadanos, desde la infancia, a drogas legales resulta, sin la menor duda, un excelente negocio. En EE.UU., el aspartamo ha sido acusado de provocar tumores cerebrales. El problema es que los padres facilitamos la ingesta de grandes cantidades de aspartamo contenido en refrescos y dulces.

Otro tipo de neurotoxinas son las dioxinas: Son cancerígenas, debilitan el sistema inmunológico, provocan daños en el sistema nervioso y producen alteraciones hormonales. El 95% de las dioxinas entra en nuestro organismo a través de la alimentación. Y lo peor es que nuestro organismo no puede eliminarlas.  La leche y sus derivados “aportan entre el 16% y el 39% de las dioxinas ingeridas.” (EL PAIS, 3 de julio de 2001.) Poco se habla del pan pero se sabe que “la industria fabrica más de 400 productos químicos sintéticos para la elaboración del pan. Y además un panecillo convencional puede contener otros productos contaminantes, como las dioxinas.” (THE ECOLOGIST, Nº 5, 2001) ¡Es hora de que empecemos a hacernos el pan en casa!

Todas estas sustancias llamadas neurotoxinas tienen un efecto acumulativo en el sistema nervioso de nuestros hijos que resulta demoledor. ¿Por qué habrían de sorprendernos la falta de concentración, atención, hiperactividad y demás problemas infantiles de hoy? Si las neurotoxinas son perjudiciales para el cerebro de un adulto, mucho más para un niño, ya que  la barrera que impide el paso de compuestos desde la sangre hasta el cerebro no está completamente desarrollada.

Por otra parte, la carne hoy en día está cargada de hormonas que actúan interrumpiendo los ciclos hormonales naturales de nuestros hijos. Las hormonas de sus cuerpos son esenciales para entrar en contacto con el sistema neuronal y llevar a cabo las funciones mentales. Cuando aparece una sustancia que interrumpe el proceso hormonal (disruptor hormonal), entonces no se ponen en marcha los mecanismos necesarios para que ese niño pueda rendir adecuadamente a nivel intelectual. Además de hormonas,  los alimentos cárnicos suelen estar cargados de nitratos y nitritos. Se usan como conservantes y sobre todo están presentes en embutidos. Estos aditivos, además de ser cancerígenos, son otro grupo de sustancias que también actúan como disruptores hormonales, empeorando el funcionamiento  del cerebro. Este tipo de alimentos no debería formar parte de la dieta de ningún niño.

Hay estudios que prueban que los niños con anemia por déficit de hierro prestan poca atención y tienen problemas de aprendizaje. El hierro es el transportista del oxigeno hacia el cerebro. ¿Estamos dando a nuestros hijos alimentos ricos en hierro orgánico?


Alimentos imprescindibles

Para que un cerebro funcione bien se necesitan neurotransmisores y hormonas cerebrales y los dos se fabrican a partir del alimento que el cuerpo ingiere. En el caso de un niño, su organismo necesita  ácidos grasos esenciales (AGE) como el Omega-3 y Omega-6, y ambos se encuentran en el aceite de lino. Éste es el mejor aceite que se le puede dar a un niño o adolescente. Si el sabor no le gusta, se suele recomendar mezclarlo con aceite de oliva. Debido a que el cerebro no se termina de formar hasta los dos años, durante ese tiempo el organismo necesita cierta cantidad de AGE para la formación de ese órgano. En caso de que no haya  suficientes AGE, el cerebro tiene una preferencia sobre el resto de órganos por lo que estos últimos pueden desarrollarse inadecuadamente. Cualquier cosa que afecte la formación del cerebro del niño será un impedimento para que ese niño entre en el sistema escolar en las mejores condiciones para lograr una actividad intelectual adecuada. Lamentablemente, según un estudio llevado a cabo en EE.UU., el 90% de los niños que no han pasado por el período de llactancia y han usado fórmulas alimenticias infantiles han dejado de ingerir los AGE de la leche materna, y además han sido expuestos a 13 insecticidas neurotóxicos diferentes, y otros 16 pesticidas. Además del efecto del déficit de AGE sobre el cerebro del niño, hoy es bien conocido el hecho de que los pesticidas interrumpen los ciclos hormonales del niño, por lo que su sistema nervioso y su cerebro pueden verse afectados.

Las vitaminas y los minerales activan ciertas enzimas que desarrollan su trabajo en el cerebro para que éste funcione más eficazmente. Si faltan estos nutrientes, la actividad cerebral empieza a decrecer. Desgraciadamente, cada día son más escasos esos nutrientes en la alimentación de los niños, ya que la refinación de los cereales y los tratamientos térmicos eliminan y destruyen una buena parte de ellos.

Cada día es más común encontrar casos de niños deprimidos. Una de las vitaminas esenciales que nos protegen contra esta enfermedad es la vitamina B, especialmente la B6. Hoy se sabe que el complejo B es necesario para la actividad enzimática de nuestro cerebro. Cuando alimentamos a nuestros hijos con pan blanco, arroz blanco, y pasta blanca, les damos un alimento al que se le ha extraído su vitamina B. Con el tiempo aparece una deficiencia de esta vitamina en el organismo, por lo que tarde o temprano nos encontraremos con las consecuencias que se derivan de ello. Si queremos que el sistema nervioso de nuestros hijos esté protegido con suficiente vitamina B, tendremos que alimentar a nuestros hijos con pan integral, arroz integral, pasta integral, madalenas integrales, y cualquier cereal integral.

La investigadora Bárbara Shute demostró que la vitamina E es capaz de mejorar la capacidad de aprendizaje de los niños con algún canal sensorial dañado. Los aceites prensados en frío y los frutos secos contiene gran cantidad de vitamina E, pero cada día es más común encontrar en los supermercados frutos secos fritos y cada día es más difícil encontrarlos crudos.

Un oligoelemento esencial es el magnesio. La carencia de éste, por ejemplo, puede provocar en un niño hiperactividad y también cansancio constante por la disminución de producción de ATP. Los alimentos crudos están siempre cargados de magnesio y enzimas. Cuando se cuecen, liberan ese mineral, se destruyen las enzimas, y de esa forma perdemos la posibilidad de que nuestro organismo disponga de magnesio y enzimas suficientes. Los frutos secos también contienen cierta proporción de magnesio, pero, como ya hemos comentado, también se va perdiendo a medida que se van procesando.

Otro oligoelemento muy relacionado con el rendimiento intelectual es el zinc. Se trata de un nutriente indispensable para el cerebro, ya que se encarga de activar unas 200 enzimas necesarias para el trabajo de este órgano, particularmente la zona del hipocampo donde se desarrollan las funciones de memorización. Desgraciadamente, los cereales blancos, al ser refinados, han perdido el zinc que tenían en su estado original.

Conclusión

En todos los casos se demuestra que, por una parte, los tratamientos térmicos y de refinado, y, por la otra,  las sustancias químicas sintéticas son causas que afectan directamente a la calidad de la alimentación de nuestros hijos y a su rendimiento intelectual.  Como padres tenemos la responsabilidad de alimentar a nuestros hijos de tal forma que puedan ingerir alimentos completos de la mejor calidad posible, con el fin de que los nutrientes que esos alimentos contienen puedan alimentar sus neuronas. En caso de que no lo hagamos así, nuestros hijos pueden disminuir su rendimiento intelectual y no sólo ellos serán los responsables de esa situación. Si queremos que nuestros hijos  rindan adecuadamente, es hora de preocuparnos y ocuparnos en lo que comen. Los cambios de los hábitos alimenticios son más fáciles de llevar a cabo en niños que en adultos, así que aprovechemos esa ventaja, expliquémosles por qué los hacemos y hagámoslos también nosotros para que ellos vean un ejemplo a seguir en sus padres.

 Juan Torrontegui Fernández
Naturópata y Técnico Superior en Dietética


 Más información:

1.       Nutrition and Mental Illness, Carl C. Pfeiffer. Healing Art Press. EE.UU. 1997
2.       The Crazy Makers, Carol Simontacchi, Penguin Putman Inc, EE.UU. 2000
3.       Alimentación y Éxito Escolar, Luis Vallejo Rodríguez, 1991. España

 [1]  Dr. H.J. Roberts, " Aspartamo" Revista Medicina Holística,nº 65, p 87.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Lo Mas Visto